DOS CORAZONES
Cuando el presente muerde
lo mejor es refugiarse en el pasado.
Benkos Biojó
¡Oh, Vladimir Ilich!
Mudanzas de piel
en el mundo otra vez
(rediviva la crisis).
Mas persiste Isis
─gemela de Chía
por casta y porfía
(insiste en el Nilo).
Y a la luz de Osiris
reparan los caminos.
El viento estepario
─mañana de Ulianov─
cambió del globo el iris.
Y en la ría lejana
suena el estupor.
Por igual resuena
el vibrar lapidario
del rojo gonfalón.
Y en el aire trema
una canción
por quienes lo portaron.
Tu pregunta
por los gonfaloneros,
ardorosa,
se escucha.
.
¡Oh, artífice!
¡Oh, héroe!
¡Oh, egregio
y cimero!
¡Truena tu voz agradecida…!
Con el pueblo tu voz es un presente.
Firmemente atendida,
voz de siempre.
Inquiere por los que al frente
del cambio se pusieron.
¡Ah de la pregunta el contenido entero!
Son tus soldados.
Sus corazones obreros
son fieles hasta el fin.
Por vida consagrados
a guardar tu memoria
y tu gloria
de soberbio paladín:
Su pasión es la historia
y su honra un fusil.
Tómame también como tu abanderado.
El gran tañido alimenta mi canción.
Deja que me complazca en el pasado.
Deja que el soberbio grito yo recuerde.
No hay por lo demás asomo de temor
en nuestras mientes
y las gotas de sudor
abandonaron del proletariado
la ancha frente.
Nada está consumado.
El optimismo de un nuevo mañana
ha vuelto a lucir sus blancos dientes.
Su sonrisa brinda al mundo una ventana.
¡Padre de todos los soviets
del mundo!
¡Furioso destructor
del trasto viejo!
¡Hacedor obsesivo
del orbe nuevo!
¡Oh jefe irreductible
del gran estado obrero!
¡Pável Vlasov
y Pável Korchagüin
están aquí conmigo!
Después de tu muerte aciaga,
tu entierro fastuoso
y el largo encierro
en el sepulcro enorme
─que guardaba la memoria
y perpetuaba el nombre─,
insomnes por años,
allí cerca ─en tu costado─
vigilaron tu cuerpo
de rey embalsamado.
Está viva la escritura.
Resplandece; brilla
en el cuarto
tu retrato.
Y la estatua con el gesto perenne
sigue indemne.
Alta, mayestática, colosal.
¡Oh, Lenin, nos anonada tu gesto sin par!
Y también nos asombra la basa
sin tasa de la ínclita masa.
¡Ah espléndida esperanza
de la masa que jamás descansa!
Provistas de las solas manos
y armadas de aguileñas alas
en tu patria chica alzaron
las heroicas masas la estatua;
con la ayuda de esos dos.
¡Recuerda cómo trabajaron
Korchagüin y Vlasov!
Son tus soldados.
Sus corazones obreros
anidan un solo pensamiento:
Del líder cimero
servir el ideario.
No los arredra nada: ni siquiera el fiasco
del magno segundo ensayo.
En su diario
campean enhiestos
los vocablos más claros.
Por lo revolucionario,
el ánimo contento
y en el lado preclaro.
Han llegado hasta aquí
como las aves migratorias
que hienden las ondas
para poder vivir.
¡Ay, tristes avecillas!
Navegáis exangües
al sostén de las plumas.
En Rusia ya no hay sangre
obrera en la Duma
y envueltos en la bruma
han callado los vates.
Tras la eclosión enorme
arriba con las horas,
a ciegas, sin un norte
ahora voláis solas.
Y soy yo el calor
que en el fragoroso vuelo
buscáis afanosas.
Y soy yo el sustento
que pondrá fin
al fatigoso ardor
de los días largos sin alimento.
Sin patria y sin honor.
Ah, de los días aleves
derrotada Ulianov.
Fueron días de vigilia…
(La fiel patria chica
conservará
por siempre
en la efigie pétrea
el gesto perenne).
Fueron días de vigilia
y mucha andadura.
Contra el deshonor
─días de tristura─,
sembraron rojos
claveles.
Y bermejos,
veraniegos
gladiolos
de suave
textura.
Símbolos silentes,
vegetales cromos
(rojo anti progromo)
recordáis a octubre.
¡El mes de las rosas,
cimbra y reverdece!
Aunque temerosas,
encienden las masas
el fuego de Urala.
Siempre silenciosas
siembran y resiembran.
Y día y noche en las casas,
en la calma clava
los hilos remueven.
Y vosotros, tontos,
de floja mirada.
¡La tierra se mueve!
¡Al sol dáis la espalda!
Miran vuestros ojos,
torcidos, intonsos,
¿acaso de lado?
La ignorancia crasa
a nadie conmueve.
Para el necio,
la quemante brasa.
“El infierno,
el averno…”
Incrédulos, vanos,
recordadlo, profanos.
En tanto, los crótalos
rechinan por otros.
Suenan por vosotros,
pequeños tesoros.
Gladiolos inconsútiles,
claveles pudorosos:
del mundo la ubre
─ubre espiritual,
de anchuroso dial.
Sóis símbolos sublimes
del cambio en la urdimbre
(preparad la mimbre).
Lo digo, lo auguro,
apostad los duros,
nervioso y sensible
anuncia que adviene.
¡Pagano togado,
si se mueve el mundo!
¡A todo lo ancho
y a lo profundo!
Un aire a cachaza
(aires en la toca)
luces, cabezota.
Repleto de lasa
y ayuno de traza,
sosera es tu cumbo.
Sin ton y sin rumbo
no metas la baza.
Calla la bocaza
y deja que grite
toda mi porfía.
¡Malditos, bellacos
los que traicionaron
al proletariado!
Y torne esta noche
libre la alegría.
Al son de la elegía
rómpanse los odres.
¡Escanciemos el vino
con vital ardentía!
Libres ya del podre,
!otra vez
proletarios uníos!
¡Obreros,
de nuevo reuníos!
Juntos recordemos
nuestros viejos trinos.
Unidos cantemos
por los vientos idos.
Tornan ateridos.
Aunque leves,
premonitorios.
Aunque tenues,
promisorios.
¡Abrigad presurosos
el nido!
En sitios y sedios
donde las estatuas
fueron derribadas,
ya no puede,
ya no hiede
el desamor…
Se mece una flor.
¡Ah, las estatuas estrujadas!
¡Ah, las plazas desahuciadas!
¡Ah el gran desconsuelo!
¡Aquel volcánico estruendo
y aquellas temibles ondas
pusieron en huida al viento!
Con vuestra ayuda,
en la fiel patria chica
─Ulianov querida─
el bronce perdura.
Si el árbol resiste
en la senda será guía.
¡Loor a los caídos,
siempre, siempre!
Un rato más quedáos conmigo:
Mientras beso vuestras manos
y las estrecho entre las mías.
Apretad mis manos con cariño.
Las manos unidas
calientan la semilla.
La semilla es cosecha
y la palabra queda.
Días enteros,
noches enteras
y un solo diálogo
revolucionario.
.Cuál más amable:
uno y otro Pável.
¡Como en lanzadera
las ideas
brotaron!
Lenin es el camino
y vosotros sus niños.
Vuestra ínclita enseñanza
─de millones única esperanza─
será sembrada:
Aquí, allá y acullá.
Y seré yo quien lo haga,
hasta que el
músculo aguante.
Miles serán después
los que el poema leerán.
¡Héroes: las voces repetirán!
“No importen
esos años
─no importan cincuenta años o más.
Fue un escaño,
uno solo el desplomado.”
Y frente a la fuerza
del poema:
¡Rezonguen del bajo mundo todos los diablos!
¡Monopolistas, os retamos!
¡Colonialistas tiemblen por la consigna nueva!
Resembrar,
regar
la semilla…
Vive el segundo ensayo:
Despuntó al mundo un día.
Adiós, adiós amigos.
Adiós, adiós amigos.
Ya se marcha el bajel
que inició nuestro amaño.
Uno, dos, tras apaños
y al final un laurel.
Adiós, adiós amigos.
Adiós, camaradas, compañeros.
Es la hora de alzar de nuevo el vuelo.
¡Rusia otra vez! Grande el destino
con María Yakolevna
y la heroica, la sin igual Pelageia.
Dos corazones, como los vuestros
maravillados y estupendos.
Dos madres solícitas: a la espera.
Ellas pondrán
bálsamo en las viejas heridas,
ellas recompondrán
los descompuestos sueños,
ellas surcirán
las ropas ya raídas,
ellas repondrán
las fuerzas y el empeño,
ellas juzgarán
plausible lo deseado,
ellas cortejarán
a los deseables aliados,
ellas limpiarán
de rastrojos el camino,
ellas ayudarán
a descubrir traidores,
ellas mostrarán
donde sanar lo fallido,
ellas encontrarán
un rato con lo bello,
ellas sonreirán
al paso de las flores,
ellas guiarán
a los hijos en su ensueño,
ellas satisfarán
el hambre a los amigos,
ellas regarán
los nacientes rosales,
ellas darán
voces de ánimo a los niños,
ellas dispondrán
los aplazados esponsales,
ellas besarán
la frente al neo nacido,
ellas adivinarán
lo que falta en el libro,
ellas aconsejarán
la nueva hora del ataque,
ellas estarán
atentas al rescate.
ellas llevarán
calor a los heridos,
ellas volverán
a morir por la clase,
ellas amarán
por siempre al socialismo.
Adiós, adiós amigos.
A tiro está el despuntar de la mañana.
(¡Y por qué no otra vez decirlo!
El mañana.)
Adiós compañeros, camaradas.
Orlando Cáliz
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