SONETIN
León de Greiff
Recibí los churupos —cien maracas—.
No es florecilla —rosa o dalia o cori—,
ni del Cisne el postrero gori-gori:
es un soneto más, sin alharacas.
Señor bardo Pastori, allá en Caracas.
No es madrigal o Doraminta o Clori,
ni varapalo a los Idola Fori,
ni a las trincas beocias o bellacas.
Es un soneto, acuse de recibo
de poeta a poeta —más ni menos—:
no es despedida ni es memento mori.
¡Oxte la morte! ¡Raca! Estoy muy vivo.
Saluda a los cofrades. Que estén buenos.
El soneto de hoy a Luis Pastori.
SONATA
Alvaro Mutis
¿SABES QUE TE ESPERABA tras esos pasos del arpa llamándote de
otro tiempo, de otros días?
¿Sabes por qué un rostro, un gesto, vistos desde el tren que
se detiene al final del viaje,
antes de perderte en la ciudad que resbala entre la niebla y la lluvia,
vuelven un día a visitarte, a decirte con unos labios sin voz, la
palabra que tal vez iba a salvarte?
¡A dónde has ido a plantar tus tiendas! ¿Por qué esa ancla que
revuelve las profundidades ciegamente y tú nada sabes?
Una gran extensión de agua suavemente se mece en vastas regiones
ofrecidas al sol de la tarde;
aguas del gran río que luchan contra un mar en extremo cruel y
helado, que levanta sus olas contra el cielo y va a perderlas
tristemente en la lodosa sabana del delta.
Tal vez eso pueda ser.
Tal vez allí te digan algo.
O callen fieramente y nada sepas.
¿Recuerdas cuando bajó al comedor para desayunar y la viste de
pronto, más niña, más lejana, más bella que nunca?
También allí esperaba algo emboscado.
Lo supiste por cierto sordo dolor que cierra el pecho.
Pero alguien habló.
Un sirviente dejó caer un plato.
Una risa en la mesa vecina,
algo rompió la cuerda que te sacaba del profundo pozo como a
José los mercaderes.
Hablaste entonces y sólo te quedó esa tristeza que ya sabes y el
dulceamargo encanto por su asombro ante el mundo, alzado al aire
de cada día como un estandarte que señalara tu presencia y el sitio
de tus batallas.
¿Quién eres entonces? ¿De dónde salen de pronto esos asuntos en
un puerto y ese tema que teje la viola
tratando de llevarte a cierta plaza, a un silencioso y viejo parque con
su estanque en donde navegan gozosos los veleros del verano?
No se puede saber todo.
No todo es tuyo.
No esta vez, por lo menos. Pero ya vas aprendiendo a resignarte y
a dejar que
otro poco tuyo se vaya al fondo definitivamente
y quedes más solo aún y más extraño,
como un camarero al que gritan en el desorden matinal de los
hoteles,
órdenes, insultos y vagas promesas, en todas las lenguas de la tierra.
HACIA EL CADALSO
Tú no has conseguido nada, me dice el tiempo,
Todo lo has perdido en tu lid imbécil
Contra los dioses. Solo te quedan palabras.
Tú no has sido nada: ni padre ni guerrero,
Ni súbdito ni príncipe —ni Diógenes el perro;
Y ahora la muerte —cáncer y silencio en tu garganta—
Te hace besar las ruinas que escupiste.
Mas yo he sido: villano, un día; otro, vulnerable
Titán contra su sombra. Yo he vivido:
Arbol de incendios, semen de amo
Que por un instante tiene el mundo con su cuerpo.
El idiota repite estas palabras hasta el cadalso
Interminablemente: ¡He vivido!
LA CATEDRAL DE
SANTA MARTA
Soneto
José Ordoñez Rodriguez
Engastada en montantes exquisitos
y por arquitecto Supremo modelada
Imponentes se levantan sus arcadas
al conjuro geométrico de un mito.
Ahí tu voz se eleva al infinito
en casto beso de ferviente hada
y cual canto de sílfide postrada
vibra el mármol del altar bendito.
Así has vencido el andar del tiempo
el pulir del aguilón y del esteta
y los soles que tus tejados doran.
Y cual lamparín de luz del universo
en las noches el haz de tu silueta
dibuja miles de ángeles que oran.
Carlos Alberto Villegas Uribe
Es necesario
a veces
que los hacedores
de palabras
esos insomnes y antiguos
alfareros de versos
fabriquen
con arcillas de sueños
los otros yo
que llevamos ocultos
entre el ruido del tráfico
el pan de cada día
y el trabajo.
De: Bitácora de Ulises.
(de Isla Negra)
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